El Día de la Madre, no es el día de El Corte Ingles.
Perdonen la comparación, pero pocos de ustedes, reconocerán en ese día la faz de su santa madre, sin estar unida a un anuncio comercial.
Es la autocritica de un con vencimiento real.
Por eso yo, prefiero recordar el Día de la Madre, cuando felicito a la Virgen de cuyo nombre días y días tanto me acuerdo.
Desde muy pequeño coincido con muchas personas en todos los actos dedicados a la virgen del barrio malagueño. Es un día empaquetado en papel de celofán.
Como un regalo en vísperas de Navidad.
Como un cumpleaños.
De reverberaciones festivas se ha compuesto siempre este día, en el Barrio de la Trinidad.
De manifestaciones de Corpus, que solo la desidia, que no el anti catolicismo rampante, ha podido hacer olvidar. Confundir. Y finalmente hacer desaparecer desde sus márgenes iniciales.
Con un oropel de fantasía, rodeando el protagonismo de su Divina Majestad en corpus procesional. Aliviando el devenir de enfermos e incapacitados. El corpus mal llamado trinitario, aliviaba congojos, enfermedades y un sinfín de desavenencias y antipatías.
Caléndulas a primeros de Junio.
La autocritica, escribía antes, es el convencimiento del que conoce la duda.
Del filósofo esperamos explicación a un axioma.
Del escritor el epilogo mayúsculo.
Con el poeta, escuchamos como hablan los versos.
-¿Y del cofrade que escuchamos?
De este pobre ser inaudito, esperamos siempre lo imposible.
-¿Imposible?
-Si. Pues imposible parece, esperar de él la autocritica.
Para el actual cofrade trinitario, autocriticarse es desnudarse. Y mostrar sus pudendas maneras impositivas. O sea, es decir me he equivocado.
Y después, rectificar o reconocer.
Ejemplo de humildad pues.
Ya se vera…
Pero en este, mi “Día de la Madre”, todavía recuerdos ejemplos de sinceridad.
Recuerdo escenas en la vieja sacristía de San Pablo. Había colores blancos en ella,”arremetios” en el ocre de puertas y muebles. Colores de azabache solemne en el suelo cuadriculado. Queriendo parecer este verticalmente gotico. Como la fachada principal de la iglesia. (-Jerónimo Cuervo hizo una iglesia Neogotica. ¿Neogótico? ¿Eso que es? Una osadía del romanticismo supongo. Reconozco que siempre que entro en San Pablo veo una catedral gótica en miniatura. Con menos altura de naves, algo proclive en el gótico español.)
Había grandes ventanas en esa sacristía. Había un aire pesado, de olores religiosos. Silencio, mucho.
Había una mujer.
Había una virgen.
Las manos de la mujer serpenteaban en el rostrillo de la virgen. Ajustaba encajes, y quizá algún tul guardado. Miraba a la virgen rezándole.
Recuerdo a la virgen, mas trinidad y menos coronada.
No había sayas, tanto como los días de la semana. Ni bordados que abochornaran la vista. El ajuar era escaso. El”fondo de armario” también.
-¿Encaje de Lyon o de Bruselas?...no, no .Encaje de encaje.
Hoy día sigo viendo a esa mujer. Ni fuerza tiene ya para sujetar, uno de esos encajes que tantas veces engarzaba en el pecho de su virgen querida.
Todavía reza. Y cuando me acerco a ella veo a su lado una foto antigua.
De una virgen…
Ahora cercano el día 6 de Junio. En su onomastica. Quiero que tu voz hermano Aurelio suene en los altares. Fuerte y viva.
Y que La Trinidad. Víctor, hermano mío. Lo sea ahora y siempre.
Que lo sea por los siglos de los siglos.
TRINIDADES.
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