17 de junio de 2013

No fue un día más.


El día amanecía pausado, y sobre los geranios que colgaban del balcón número 14 de la calle San Quintín las tímidas gotas del rocío que había dejado la noche anterior se iban evaporando lentamente. Los Sábados suelen ser tranquilos en casa de María, pero este Sábado era distinto, sin darse cuenta y después de muchos años rezándole al señor de Málaga, por primera vez, esta señora, trinitaria de cuna, iba a mirar de una manera totalmente distinta a esa madre que espera y escucha orgullosa desde su rincón las peticiones que cada día recibe su hijo.


Solo dos días antes, María, que venía de comprar el pan para hacerle la merienda a su nieto David, reparó en algo que le llamo la atención. Un señor mayor, muy simpático y con ojos de niño estaba pegando un extraño cartelito en su puerta. – ¿Que vendes hijo? – Nada señora, estaba pegando un cartelito en la puerta para que todo el vecino que quiera y pueda engalane sus balcones para el Sábado, que es el día de la Trinidad, ¿Le molesta que ponga el cartel aquí? - ¡No, no hijo por Dios!, cuelga lo que quieras –Gracias señora, gracias…Reparó María en el cartel y se fijó en la cara de la Virgen de la Trinidad, una foto que quizás había visto mil veces pero que de repente hoy, veía de otra manera…

¡¡¡Así se vive desde dentro!!!

Mª Stma. de la Trinidad, en su paso por las Tribuna de los Pobres.