11 de marzo de 2018

Trinidad a raudales


El pasado día 3 de marzo tuvo lugar en nuestra casa hermandad una nueva edición del acto de presentación de nuestro cartel. Van quince ediciones en una cita que se ha convertido en un clásico de la cuaresma malacitana. Un acto donde no caben protocolos ni corbatas, solo gente sencilla que como único fin tienen intentar engrandecer, si cabe un poco más, la figura de la imagen por la cual es posible que cuarenta almas tan diversas se quieran como hermanos los 365 días del año. El salón de actos de nuestra cofradía se llenó de Trinidad. Trinidad en el ambiente, Trinidad en nuestra Sinfónica, Trinidad en todas y cada una de las personas que nos acompañaron este día tan importante. Llegados a este punto casi que le vamos a agradecer a nuestra hermandad la falta de difusión del acto, pues hubiera bastado un solo twitt invitando a nuestros hermanos al acto aunque hubiese sido el mismo día antes para quizás, haber tenido que celebrar el pregón desde la ventana del salón de actos mirando hacia la plaza de Jesús Cautivo, como si del pregón de la feria de algún pueblo se tratara.

10 de abril de 2017

Ofrenda floral homenaje a Don José París.

 Hoy Lunes Santo durante el paso de María Santísima de la Trinidad Coronada por Tribuna oficial se llevará a cabo, por parte de   sus hombres de trono, la entrega de un ramo de flores a la Virgen.
El acto se realiza en memoria del recientemente fallecido Don José París, Hermano Mayor y gran impulsor de esta cofradía Trinitaria.

Pepe París, Trinitario de nacimiento, estuvo ligado a la cofradía de Jesús Cautivo desde muy temprana edad entrando a formar parte activa en juntas de gobierno y contando con la oportunidad de dirigir la corporación durante dos etapas. Considerando pieza fundamental, ha estado unido a su cofradía hasta que, en el pasado enero, problemas cardíacos le llevaran a estar ingresado hasta su fallecimiento.

9 de abril de 2017

Mañana

Ya no caben más poemas, ni más artículos, ni videos, ni fotografías.
Ya ha pasado la hora de las reuniones y los abrazos de hermandad, de las comidas, los
gin tonics y las risas.
Ya no es momento de seguir vistiendo de misticismo esa realidad que todos conocemos.
Ya se ha ido el tiempo y con él se ha agotado el bonus track que se nos regaló hace un
año. Hoy el "Rezo a tus pies" suena a canción de despedida que se torne en
bienvenida cuando resucite tras las luces del alba del martes.
Ya solo hay sitio en nuestras mentes y nuestros corazones para la reflexión, para el
silencio interior y para prepararnos para el momento que está por llegar.
Hoy nos encontramos descansando plácidos en ese Getsemaní donde cada uno
se refugia esta callada noche, que va llenándose de luces y tinieblas camino del
Viernes Santo. Toca hacer ejercicio de fe. De mirarse en lo más hondo y pensar qué nos
ha traído de nuevo hasta aquí.
Hoy pensamos en mañana ilusionados y llenos de fuerza pero al mismo tiempo
temerosos al dolor y a la fatiga. Cada uno de nosotros es un poquito de aquel Jesús que
sabía, bajo la luna de Nisan en el Monte de los olivos, lo que le aguardaba.
Somos hombres, solo hombres. Pero con la encomendación de llevar a la Madre de
Jesús a las puertas de la Gloria protegidos bajo su manto.
Ni más fuertes ni menos que ninguno.  Pero con la obligación de no flaquear en nuestro
cometido.
No somos los custodios de la verdad absoluta. Pero la verdad debe ser la bandera que
icemos para mantenernos firmes en la idea original: A sus pies. Por y para Ella.
Somos solo hombres normales pero si tu mano, hermano, está sobre mi hombro...
Pon tu mano sobre mi hombro para que nunca pueda sentirme solo.
Para que cuando me veas desfallecer recuerde que detrás está mi hermano,
el que sé que no va a dejarme.
Para que dentro de unas horas que ya suenan a momentos
todo cobre otra vez sentido y que lo tenga un año entero.
Y mi mano sobre tu hombro.
Para que sepas que estoy aquí siempre.
Para ayudarte si quieres mi ayuda sin que la pidas siquiera.
Para que apreciemos lo dichosos que somos y recordemos mañana
que mi hermano puso su mano sobre mi hombro y yo sobre el de mi hermano
y mi hermano sobre el de mi otro hermano...
y todos en una cadena de eslabones indestructibles
porque eso es lo que queda, sacar de donde no haya, echar el resto si falta hiciera,
darlo todo sin guardarse nada por Ella, solo por Ella.
Ya solo hay lugar para retratar con nuestros sentidos la noche del
Lunes del Jerusalén malagueño.
Para  ponerle versos y escribir con nuestros pasos esa crónica que lleve por título
"Trinidad"
Es lo que hay y lo es lo que queda.
Y sentir cuando más duro caiga el varal sobre nosotros, como los verdaderos Ángeles
Trinitarios empujan hacia arriba con nosotros desde su Mesa celestial.
Es ley de vida, unos llegan y otros se marchan para pasar a ser
los verdaderos elegidos por Ella.
Los ojos que alimentan el recuerdo para que al sentir el aluminio no olvidemos de
dónde venimos y qué es lo que somos, unos pocos privilegiados apóstoles que la siguen
de sus mil y una trinitarias formas.
Ellos están ahí arriba, enviándonos señales.
Pintando las tardes de la primavera de ese color que nos recuerda irremediablemente
solo una cosa. Ellos está ahí, dando brochazos de malva al amanecer del Martes Santo,
colgando guirnaldas en las nubes, llamando a las golondrinas
para que nos regalen una sinfonía de trinos con gotas de rocío,
para que nos refresquen al llegar las claritas del día y para que Ella entre en su casa,
otra vez más, como mejor y más bonito sabe hacerlo, de puntillas.
Calle Trinidad es una fiesta, pero al mismo tiempo se ahoga en llanto.
Calle Trinidad se pinta una sonrisa
y le canta saetas de dulce aliento que disimulen el nudo que aprieta en su garganta
porque Calle Trinidad la quiere y le duele su dolor
y a su paso se estremece y llora como nunca lo ha hecho en sus adentros.
Y se dice muy bajito
¡qué pase ya este momento como pasan los segundos
por las rendijas del tiempo!
¡Que no se crucen sus ojos con los míos ni un momento!
Que me mira y me atraviesa como atraviesa al silencio
cuando pasa tras Su Hijo dejando a mi barrio entero
mudo de muerte y sangre,
mudito ante sus lamentos.
Calle Trinidad es el principio y el fin de nuestra cruzada.
Mañana, hermanos, otra vez rezaremos un Ave María ante el mosaico de Nuestra
Señora y le rendiremos pleitesía postrados a sus pies para recoger de su mirada el
bendito sufrimiento que nos manda.
Mañana volveremos a mezclar nuestra sangre con la de querubines celestiales armados
de melodías.
Mañana pediremos por nuestras madres y nuestros hijos.
Mañana, juntos, reiremos y lloraremos.
Mañana renovaremos en común unión nuestra fe, nuestro compromiso y nuestra
hermandad.
Mañana no os quepa duda de que iremos, de Su Mano,                                                                        
hasta las mismas puertas del Cielo.

Hermano, pon tu mano sobre mi hombro.
Acuérdate por un momento de los que nos antecedieron.
Siente el peso de la Cruz del Hijo de Dios sobre tu hombro de ser mortal.
Porque mañana de nuevo seremos uno y seremos
los más privilegiados hombres sobre la faz de la Tierra.

8 de abril de 2017

Aquel Lunes Santo

Aquel Lunes Santo cambió muchas cosas. No sólo lo hizo en mí. Lo hizo en cada uno de los que, años atrás decidieron formar parte de esta manera de entender lo que es sacar un trono. De gente que mucho antes de que a mí se me pasara por la cabeza, ya llevaban grabada, como a fuego, la idea de hacer que Ella ocupara el lugar de Reina que se merece en ese trocito del Barrio de la Trinidad que se llama Málaga. 

Alguien debió poner la semilla en una tierra bien fértil que, regada con el agua bendita de la experiencia, tal vez de las decepciones sufridas a lo largo de los años y del amor a una Virgen desapercibida tras la sombra del más poderoso malagueño, hizo crecer una vigorosa planta. Y esta extendió sus ramas y de estas nacieron frutos. Y cada uno de aquellos frutos tenía su propia forma, su propio sabor. Pero todos eran frutos nacidos del mismo árbol. Y lo sabían. 
Unos eran frutos de fe ciega y tradición. De raíz y cepa. Otros lo eran del azar. Habían flores que no cuajaban en fruto. Frutos amargos, dulces, ácidos... Habían fuertes frutos madurados al sol que eran frutos sabiduría y habían frutos de rebeldía. Los frutos del "con eso no trago".
Árbol de hombres de muy diferente índole. De contrastes. De antagónicas ideas. De gustos y apreciaciones de la vida tan alejados entre sí que convergieron en un punto y final tan común como para hacer de él su principio. 
Aquel árbol fuerte y sano nos ha ido seduciendo y atrayendo como el árbol de la desobediencia a Eva. Ha aprendido a sobrevivir en tiempos de sequía. A renovar sus hojas cada primavera y a hacer de los frutos que fueron cayendo bajo su copa simiente de frutos de futuro. 
Un árbol hermoso, grande y fuerte para oxigenar con sus hojas el aire viciado. Para dar sombra a quien a él llega a guarecerse achicharrado por el sol. El árbol del amor a esa "Madre Tierra" tan suya que la tiene en el mismísimo cielo. El árbol del  respeto sólo a quien respeta. El árbol del "me valgo de la poca cal que me das cuando casi todo es arena". El árbol del aguante y de la disidencia. Y como ser disidente no tiene por qué significar ser enemigo, en absoluto, el árbol vuelve una y otra vez, y otra a tender sus ramas y a ofrecer sus frutos a quien los necesite y hace de su savia sangre para que siga latiendo su corazón que no es suyo sino que es corazón de esa Madre que un día sembró y cuidó de un árbol que se llama Mesa de la Trinidad. 

29 de marzo de 2017

Una de Moti... por favor

Video motivacional Mª Stma. de la Trinidad 2015.

¡¡¡Así se vive desde dentro!!!

Mª Stma. de la Trinidad, en su paso por las Tribuna de los Pobres.