9 de abril de 2017

Mañana

Ya no caben más poemas, ni más artículos, ni videos, ni fotografías.
Ya ha pasado la hora de las reuniones y los abrazos de hermandad, de las comidas, los
gin tonics y las risas.
Ya no es momento de seguir vistiendo de misticismo esa realidad que todos conocemos.
Ya se ha ido el tiempo y con él se ha agotado el bonus track que se nos regaló hace un
año. Hoy el "Rezo a tus pies" suena a canción de despedida que se torne en
bienvenida cuando resucite tras las luces del alba del martes.
Ya solo hay sitio en nuestras mentes y nuestros corazones para la reflexión, para el
silencio interior y para prepararnos para el momento que está por llegar.
Hoy nos encontramos descansando plácidos en ese Getsemaní donde cada uno
se refugia esta callada noche, que va llenándose de luces y tinieblas camino del
Viernes Santo. Toca hacer ejercicio de fe. De mirarse en lo más hondo y pensar qué nos
ha traído de nuevo hasta aquí.
Hoy pensamos en mañana ilusionados y llenos de fuerza pero al mismo tiempo
temerosos al dolor y a la fatiga. Cada uno de nosotros es un poquito de aquel Jesús que
sabía, bajo la luna de Nisan en el Monte de los olivos, lo que le aguardaba.
Somos hombres, solo hombres. Pero con la encomendación de llevar a la Madre de
Jesús a las puertas de la Gloria protegidos bajo su manto.
Ni más fuertes ni menos que ninguno.  Pero con la obligación de no flaquear en nuestro
cometido.
No somos los custodios de la verdad absoluta. Pero la verdad debe ser la bandera que
icemos para mantenernos firmes en la idea original: A sus pies. Por y para Ella.
Somos solo hombres normales pero si tu mano, hermano, está sobre mi hombro...
Pon tu mano sobre mi hombro para que nunca pueda sentirme solo.
Para que cuando me veas desfallecer recuerde que detrás está mi hermano,
el que sé que no va a dejarme.
Para que dentro de unas horas que ya suenan a momentos
todo cobre otra vez sentido y que lo tenga un año entero.
Y mi mano sobre tu hombro.
Para que sepas que estoy aquí siempre.
Para ayudarte si quieres mi ayuda sin que la pidas siquiera.
Para que apreciemos lo dichosos que somos y recordemos mañana
que mi hermano puso su mano sobre mi hombro y yo sobre el de mi hermano
y mi hermano sobre el de mi otro hermano...
y todos en una cadena de eslabones indestructibles
porque eso es lo que queda, sacar de donde no haya, echar el resto si falta hiciera,
darlo todo sin guardarse nada por Ella, solo por Ella.
Ya solo hay lugar para retratar con nuestros sentidos la noche del
Lunes del Jerusalén malagueño.
Para  ponerle versos y escribir con nuestros pasos esa crónica que lleve por título
"Trinidad"
Es lo que hay y lo es lo que queda.
Y sentir cuando más duro caiga el varal sobre nosotros, como los verdaderos Ángeles
Trinitarios empujan hacia arriba con nosotros desde su Mesa celestial.
Es ley de vida, unos llegan y otros se marchan para pasar a ser
los verdaderos elegidos por Ella.
Los ojos que alimentan el recuerdo para que al sentir el aluminio no olvidemos de
dónde venimos y qué es lo que somos, unos pocos privilegiados apóstoles que la siguen
de sus mil y una trinitarias formas.
Ellos están ahí arriba, enviándonos señales.
Pintando las tardes de la primavera de ese color que nos recuerda irremediablemente
solo una cosa. Ellos está ahí, dando brochazos de malva al amanecer del Martes Santo,
colgando guirnaldas en las nubes, llamando a las golondrinas
para que nos regalen una sinfonía de trinos con gotas de rocío,
para que nos refresquen al llegar las claritas del día y para que Ella entre en su casa,
otra vez más, como mejor y más bonito sabe hacerlo, de puntillas.
Calle Trinidad es una fiesta, pero al mismo tiempo se ahoga en llanto.
Calle Trinidad se pinta una sonrisa
y le canta saetas de dulce aliento que disimulen el nudo que aprieta en su garganta
porque Calle Trinidad la quiere y le duele su dolor
y a su paso se estremece y llora como nunca lo ha hecho en sus adentros.
Y se dice muy bajito
¡qué pase ya este momento como pasan los segundos
por las rendijas del tiempo!
¡Que no se crucen sus ojos con los míos ni un momento!
Que me mira y me atraviesa como atraviesa al silencio
cuando pasa tras Su Hijo dejando a mi barrio entero
mudo de muerte y sangre,
mudito ante sus lamentos.
Calle Trinidad es el principio y el fin de nuestra cruzada.
Mañana, hermanos, otra vez rezaremos un Ave María ante el mosaico de Nuestra
Señora y le rendiremos pleitesía postrados a sus pies para recoger de su mirada el
bendito sufrimiento que nos manda.
Mañana volveremos a mezclar nuestra sangre con la de querubines celestiales armados
de melodías.
Mañana pediremos por nuestras madres y nuestros hijos.
Mañana, juntos, reiremos y lloraremos.
Mañana renovaremos en común unión nuestra fe, nuestro compromiso y nuestra
hermandad.
Mañana no os quepa duda de que iremos, de Su Mano,                                                                        
hasta las mismas puertas del Cielo.

Hermano, pon tu mano sobre mi hombro.
Acuérdate por un momento de los que nos antecedieron.
Siente el peso de la Cruz del Hijo de Dios sobre tu hombro de ser mortal.
Porque mañana de nuevo seremos uno y seremos
los más privilegiados hombres sobre la faz de la Tierra.

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¡¡¡Así se vive desde dentro!!!

Mª Stma. de la Trinidad, en su paso por las Tribuna de los Pobres.