Llego el día esperado, y tras meses de espera nuestra madre vuelve a estar
entre nosotros. En el salón de tronos de nuestra casa-hermandad se nos presentó
más radiante que nunca y con la blancura propia que recuerdan los que ya peinan
más de una cana y tuvieron el placer de conocerla aquel lejano día ya de 1968.
No sabría valorar en sí lo que ha significado esta restauración artísticamente
pues éste que escribe no tiene los conocimientos propios para realizar ese
análisis, pero lo que si os puedo contar es que nuestra Trinidad es la Trinidad
de siempre, ¿Para qué intentar mejorar lo que es inmejorable?
Verán cambios, por supuesto, la tonalidad de la imagen es más clara que la
tonalidad que tenía cuando partió al taller de Enrique Gutiérrez Carrasquilla
en el sevillano barrio de Triana, pero no hay ápice de cambio en Ella. Ha sido
esta, una actuación necesaria. La imagen no había sido intervenida desde que
salió de las manos del maestro Buiza en 1963 y ya presentaba algunos
desperfectos en algunas partes del rostro y manos. Ha sido al fin y al cabo una
vuelta a los orígenes, un punto y seguido necesario para que nuestra madre siga
luciendo como merece.
En la vida hay veces que es necesario reencontrarse consigo mismo, volver a los
orígenes y quizás sea necesario en nuestro día a día aplicarnos esta regla y
mirar al futuro desde una nueva perspectiva sin perder la esencia que nos ha
hecho crecer en el pasado, esta es sólo una reflexión personal sin importancia, pues
lo que verdaderamente importa es que ahora Ella vuelve a estar aquí y ayer
Málaga entera descubrió lo que siempre
fue La Trinidad: El mejor misterio jamás guardado, el eterno enigma de una
madre que espera paciente a ser descubierta por un pueblo que cada vez se engancha
más a Ella. Ayer, nuestra Trinidad salió de nuevo a las calles de Málaga y
nosotros, como siempre, estuvimos a sus pies, porque al fin y al cabo esa es la
esencia de este grupo, y por mucho que pase el tiempo ese compromiso con Ella,
al igual que su cara, no se puede mejorar.
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