11 de abril de 2015

Lunes Santo 2015

Suena “La Madrugá” de Abel Moreno. Alguno aún se relame pensando en el año 2009; Nuestro Padre Jesús Cautivo avanza a paso lento por calle Strachan, va camino de la catedral y parece que se para el tiempo, pero no, esta vez no. Estás en el barrio, vienes de vuelta y aunque te cuesta evadirte de algunas voces  que se escuchan afuera, consigues cerrar los ojos y disfrutar. María Santísima de la Trinidad avanza por su calle, desde el balcón de la casa-hermandad de la Salud caen pétalos y tú, la meces, la duermes, la mimas…Es el momento de recordar quienes somos, de dónde venimos y por lo que hemos pasado. Una voz se rompe y el paso se hace más abierto, sientes el brazo de tu compañero que tiembla y se agarra a tu túnica y aprietas más fuerte. Ahora es cuando empiezas a entenderlo. Ese es el verdadero milagro, ese es el verdadero sentido de la Semana Santa. En una sociedad cada vez más loca donde las personas miran a otro lado ante los problemas de los demás, en una sociedad individualista que agota en cada tienda los palos de selfie con la intención de no tener que hablar con el prójimo ni para tan siquiera pedirle el favor de que te haga una foto, en una sociedad cada vez más rápida y estresante donde encontrarse a un amigo a veces significa tener que pararte a hablar con él y perder diez minutos de nuestro valioso tiempo, 250 locos deciden juntarse aunque sea una vez al año y romper con todo, y entonces miras por tu compañero, te preocupas por él y te comprometes con el colectivo. Sabes a lo que has venido y si caemos, nos caemos juntos.

Antes, mucho antes, el día había empezado en calle Trinidad. Como siempre, las ganas de dormir eran muchas, pero los nervios también y estos siempre acaban ganando la partida. Siempre hay cosas por hacer, detalles que pulir y por eso, como si de una tradición se tratara, solemos dejar pequeños detalles sin cerrar para así el mismo Lunes Santo por la mañana tener una excusa para bajar a la casa-hermandad y vernos. Es el momento de los primeros abrazos, de las primeras caras de felicidad “Lunes Santo” nos repetimos entre nosotros, como si de un código de honor se tratara. Miramos hacia arriba, por cumplir más bien, ya que este año no hacía falta clamar al cielo para que se abrieran las nubes, aún así, un cofrade nunca está tranquilo y la preocupación por el tiempo, la redistribuimos en otras cosas. Como siempre, en algún momento de la mañana aparece Diego cargado de plátanos, agua, camisetas… algunos les gastan las mismas bromas de cada año, lo cierto es que sin él nada sería igual. Diego nos cuida, mira porque no nos falte de nada y está pendiente de cada detalle. De recoger el dinero, de las camisetas, de no haya un solo analgésico caducado en el botiquín, de que no nos falte nada a lo largo del recorrido…Diego es el primer hombre de trono de la Mesa que se retiró del varal y un ejemplo a seguir para todos nosotros de funcionalidad, de compañerismo y de cómo las amistades pueden traspasar generaciones cuando tienen algo tan grande en común.

A las cinco de la tarde ya estamos activados, la Peña Trinitaria nos espera. Allí, en nuestra otra casa, donde tantas veces hemos reído, donde tantas veces hemos soñado con ese lunes por el que suspiramos todo un año los abrazos se suceden a cada momento, llega la hora y subimos al salón de arriba, los nuevos se presentan. Todos y cada uno (y este año eran unos pocos) nos cuentan quienes son y que les ha traído aquí, mientras los miembros antiguos no paramos de ponerles en aprietos, siempre con mucha guasa y sin mala intención. Bienvenidos todos hermanos, el año que viene seréis vosotros los que disfrutaréis desde la barrera de las presentaciones de los nuevos. Toca fajarse, que nos vamos. Como siempre, asistimos a esa cita obligada, a ese ritual que se lleva repitiendo  tres años. Nuestra banda interpreta a modo de calentamiento la marcha Rezo a tus pies, y allí, a pesar del calor, los brazos se entrelazan, cogemos el paso y piel con piel cantamos juntos…

Rezo a tus pies
Porque es como yo sé rezar
Rezo a tus pies
Reina el barrio la Trinidad
Rezo a tus pies
Porque así me enseñaste a rezar
Mientras yo abajo esté
Nunca sola andarás.

Aparecen los primeros vivas, las emociones están ya a flor de piel, Mesa y banda somos uno, ellos nos dicen que nuestro esfuerzo es su orgullo y nosotros les decimos y les repetimos que sin ellos nada sería lo mismo. Que no hay banda en el mundo mejor que ellos para acompañar a María Santísima de la Trinidad. Ya es momento de entrar a nuestra casa-hermandad, allí nos espera la más guapa trinitaria para de su mano, volver a pasear por los salones de nuestra Málaga eterna como bien dijo Juan Ramón Romero en nuestro pregón. Calle Trinidad es un hervidero al paso de la Reina trinitaria y tras pasar de forma más solemne por calle Carril, llegarían los primeros “rockanroles” de la noche en calle Mármoles. El puente de la Aurora se llena de Trinidad al paso de la Señora. Este año nos volvía a acompañar uno de los miembros fundadores de nuestra Mesa, una persona muy importante para éste grupo que siempre ha estado, aunque no lo haya hecho físicamente cada Lunes Santo. Nuestro hermano Niko disfrutaba por fin de aquello que una vez soñó: ver a la Trinidad pasearse por Málaga y llegar a su barrio de puntillas, pero no adelantemos acontecimientos aún. Tras dar con maestría la curva de entrada a la Alameda, se produciría un hecho importante; toda la Alameda se iba a andar con marchas de nuestro compañero José Antonio Molero Luque. Los homenajes se dan en vida, y aunque ya sean unos cuantos homenajes los que nos hemos pegado todos juntos, nunca está de más reconocer a nuestro hermano Molero de forma profesional. Acompasamos el estreno de su marcha “Al hombro” del principio hasta el final, además de sus ya clásicas composiciones “María Santísima del Amparo” y “Rezo a tus pies”, más tarde, ya en la tribuna oficial sonaría “Coronación de la Trinidad” tras la marcha “Alma de la Trinidad”, y es que ya se merecía un año que esa maravilla creada para la coronación canónica en el año 2000 de Eloy García sonase detrás de la Señora en la Tribuna. Tras una calle Larios de ensueño, llegaría una doble curva de categoría y luego…luego llegaría lo que le da sentido a todo. ¿Qué emoción tiene ganar sin sufrir? Pues eso mismo. El trono empezó a caer, notamos como la pata cada vez iba más cerca del suelo, pero nunca perdimos el paso, y nunca dejamos que tocara esa pata, hemos madurado y supimos ganar metros a tambor y dosificar esfuerzos para la entrada al barrio. Carretería pasó como un mal sueño del que supimos despertarnos con los aplausos de la Tribuna de los pobres, y es que pasarán los años y cada vez será más tarde, pero el pueblo nos seguirá esperando ahí. Les da igual que al día siguiente sea día laborable, ellos quieren rezar con nosotros a los pies de su Trinidad, y nosotros no somos nadie para negarles eso. Tras el subidón de energía que nos da la tribuna del pueblo llegaría el momento clave. Siempre nos acordamos de ti el Lunes Santo, pero más en esta curva, una curva que entre unos pocos hemos querido bautizar como “la curva del Ray”, aquí, muy cerca de donde un día se cruzaron tus dos dolorosas en ese maravilloso Mater Dei que quedará ya para el recuerdo, tu Mesa se vació. También quiso ayudarnos desde ahí arriba el padre de unos de los nuestros que hace muy poco nos dejaba, nuestro Migue de la Sangre pedía a su padre que metiera el hombro con nosotros, y vaya si se notó. Nos distribuimos de otra forma en los varales, en la parte derecha, donde cae más el peso del trono por el peralte de la curva nos metimos cinco donde cabían tres, y pese a todo, al final salimos con los riñones vivos y con otra vivencia más que contar, luego vendría la curva entrada a la avenida Fátima con ese paso elevado que tanto nos gusta, pero ahí estábamos de nuevo cinco tíos abrochados bajo la pata para que ésta no llegara ni siquiera a acercarse al bordillo, y ahora sí, estamos en el barrio, tocaba disfrutar…muchas horas antes, antes de salir, antes de cantar con nuestra banda, e incluso antes de que apareciera Diego con los plátanos, estando dentro de la mesa del trono por la mañana quise mirar la cruceta, que estaba escrita en un papel y pegada en el varal A de la Mesa. Me sorprendió lo pequeña que era, y reparé en que la cruceta terminaba con la curva de entrada a calle Trinidad. Debajo ponía:”Trinidad: todo lo mejor”, y así fue. No solo nos tocaron todo lo mejor, sino que en esos momentos, cuando más flaqueaban las fuerzas, nosotros también dimos todo lo mejor de nosotros mismos. Se hizo una calle Trinidad llena de orgullo, por todos aquellos compañeros que un día subieron nuestra calle a la carrerilla, arrastrando pata, y con unas ganas locas de llegar, se hizo una calle Trinidad al compás de la música, elegante y sin prisa, nos acordamos de los que se fueron, nos acordamos de los que acaban de llegar, como la hija de nuestro hermano Hugo y nieta de José Antonio, y entre todos, llegamos a la gloria. Sobraron voces, faltó silencio, pero poco a poco iremos aprendiendo a trabajar cada vez más con la motivación por dentro del cuerpo para que la fuerza no se nos vaya a veces por la boca. Todo llegaba a su fin, el encierro (largo como siempre) acabó, y con la Señora ya posada en el salón de tronos vimos como el Señor de Málaga entraba de cara al pueblo que le sigue, acababa así un Lunes Santo más, otro Lunes grande que quedará para la historia de nuestra cofradía. Volvieron los abrazos, las felicitaciones, volvieron las tertulias, se limaron asperezas y se empezó ya a hablar de que tenemos que mejorar para el 2016, porque si hay algo inmejorable en éste grupo son las ganas de crecer.



Autor.-                                Javier Díaz Luque

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