Amanece un sábado cualquiera del mes de marzo en el barrio de la trinidad. Me dirijo a dar mis clases como cada sábado a la banda que me vio crecer como persona y como músico. Pero hoy no es un día cualquiera, en el aire confluyen aromas y sentimientos color malva, que darán fe de momentos irrepetibles para los hermanos trinitarios.
Esta mañana voy con prisas, horarios cambiados y pensamientos hacía una mirada, su mirada. Como ya sabía hoy antes de la gran cita ocurrirían momentos especiales. Hoy no es un ensayo cualquiera. Dos calles más abajo tenía el privilegio de comenzar la jornada batuta en mano, dirigiendo a un grupo de músicos arrastrados por el sentimiento del color rojo de la rosa de María Santísima de la Amargura Coronada. Cuál fue mi sorpresa, que la primera marcha que tuve el placer de guiar con la expresión de mis brazos era Coronación de la Trinidad de mi hermano y amigo José Antonio Molero, señal inequívoca de lo que presentía que estaba por llegar.
Acabado el ensayo mucho antes de lo normal, fui a fundirme con la oración hecha palabra, esa cita que no puede faltar en mi calendario en cada comienzo de la cuaresma, momento que siempre viviré con ilusión junto a mi gente, aquellos privilegiados por ser sus pies, aquellos bautizados esa misma mañana como los apóstoles trinitarios.
Grandes mensajes, grandes palabras de un nuevo hermano unido por su dulce mirada. Gracias Félix Gutiérrez, siempre llevaremos tu mensaje en nuestro corazón. Pero no puedo dejar pasar en estas líneas, el momento más emotivo que pudimos vivir este grupo humano al que llamamos Mesa de la Trinidad. Homenaje más que merecido a los culpables y pilares de que este sentimiento sea una realidad. Mi más sincera enhorabuena hermanos Víctor y Flores, fue único ese momento al veros abrazados con uno de nuestros símbolos de unión hacia nuestra Madre, nuestra huella no podía recaer en mejores manos.
Ya culminado nuestro acto de fe hecho palabra, seguía teniendo dentro un resquemor que cada vez se hacía más y más grande. Mi pequeño momento se acercaba.
No puedo negar que tenía miedo, miedo por no llegar a estar a la altura que la circunstancia requería. Eran muchas las sensaciones que sentía en cada palabra de mis hermanos. Esperaban impacientes e ilusionados un momento que se alargó en el tiempo.
Cayó la tarde y el escenario cambió. Después de tantas horas delante de un piano y un pentagrama en blanco, todas aquellas páginas borradas anteriormente llegaban a su final. Se estrenaban mis vivencias trinitarias hechas música. Por mi cabeza pasaban infinidad de pensamientos... ¿les gustará?, ¿habré conseguido plasmar el sentimiento de cada una de las almas que le rezan cada lunes santo?, ¿defraudaré a mi gente?
Todas esas preguntas se disiparon una vez que me volví a encontrar con todas esas caras llenas de ilusión y pasión trinitaria. Tenía claro que estando ella tan cerca nada podía salir mal.
La iglesia repleta, batuta arriba y de repente empezaron a brotar en el aire cada una de las notas musicales, aquellas que guardadas en mi corazón salieron por los instrumentos de cada uno de los músicos de la sinfónica trinitaria, como así los nombrara nuestro hermano Kara en su pregón de 2016.
Escuché al comienzo como amanecía la mañana del Lunes Santo en el barrio de la Trinidad, con una melodía que explosionaba de júbilo por el gran acontecimiento que Málaga entera esperaba con ansia otro año más. Esa melodía que se repetía con la entrada triunfal de cornetas haciendo vibrar y llenando de emoción a cada trinitario en ese día tan especial.
Una vez pasado ese momento, entré en una melodía de reflexión, pero una reflexión íntima de fe hacía nuestra Madre, que se repite con más fuerza afianzándola en un cúmulo de sensaciones al pensar en ella.
A continuación, no podía faltar el sello del barrio. Ese barrio que derecho arte, pero no un arte cualquiera, sino el arte flamenco. Aquel flamenco puro que corre por las venas de cada persona que le reza cantando y bailando cualquier día del año tanto al hijo de Dios como a su Madre. Y lo sentí, y no podía faltar en esta composición, le debía ese guiño a una de las tradiciones populares por excelencia de nuestra tierra.
Una vez concluida esta explosión del arte más puro, un pequeño puente musical me llevó en volandas al momento más importante de la obra, una humilde declaración de amor hacia María Santísima de la Trinidad Coronada. Una melodía sencilla, simple y sin alardes con la que quise demostrarle una mínima parte del amor que por ella proceso, ese amor que culminará con la misma melodía en fuerte con cornetas y tambores que anunciaran lo que todo el año estamos esperando que se produzca, que María Santísima de la Trinidad está en la calle como Reina y Madre de todos los Malagueños. Y así:
Acabaron esas notas musicales en el aire
Dando lugar al comienzo de una historia real
Noches en vela imaginándola por sus calles
Con la única idea de ayudarla en su caminar
Ella se merece mucho más que mi música
Esa que ya es vuestra hermanos de varal
Quedando para los anales de la historia
Mis sentimientos con un nombre, TRINITAS.
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