Definimos huella dactilar como la característica individual
que se utiliza como medio de identificación de las personas. Se podría decir
que es el símbolo de la individualidad hecho marca. No hay dos personas con la
misma huella, y es por eso que nuestra Huella Trinitaria tiene tanto
significado para nosotros. El Lunes Santo no existe la individualidad. Todo
aquel que se mete bajo ese reducido número de metros cuadrados renuncia a la
mayoría de sus sentidos, en ciertos momentos al aire que respira, y por
supuesto renuncia a su individualidad. Durante esas horas son la Mesa de la
Trinidad, y la Mesa, como individuo tiene sus características propias y, como
no, su propia huella. Nuestra huella es mucho más que un símbolo, es algo más
que un escudo o un diseño impreso en una camiseta. Es mucho más que un cuadro
que enmarca un cíngulo dorado que quizás, y solo quizás, a veces se le da al
tío que más plata limpia o que más tiempo dispone en su vida para poder ir día
tras día a hacer, en algunas ocasiones, solo acto de presencia en un lugar sin
aportar nada, sin dejar huella.
Nuestra huella, si se me permite, tiene incluso
más valor que algún escudo de oro entregado de forma infame y mantenido de
forma absurda a quien con terror se autoproclamo caudillo de un país dividido y
temeroso. Nuestra huella es amor,
hermandad, amistad, orgullo, ritmo, música, reto, el del cuchillo, rezo,
admiración y una infinidad de palabras que componen la base de lo que significa
este grupo para todos y cada uno de los miembros que lo componen. Nuestra
huella se entrega en definitiva a aquellos que de alguna forma han dejado
huella en los corazones de los que tenemos por único fin cofrade el que María
Santísima de la Trinidad Coronada se pasee de la mejor forma posible por los
salones de la Málaga cofrade como dijo un buen pregonero de nuestro cartel hace
algunos años. Nuestra huella no se da por compromiso, nuestra huella se da al
compromiso. Nuestra huella no se da para alimentar el ego de nadie ni para quedar
bien. Quien recibe la huella de nuestra Mesa, recibe algo más que un cuadro que
colgar, recibe un reconocimiento al trabajo callado, a veces invisible de quien
puede que nunca sea reconocido de otra forma, o quizás sea reconocido demasiado
tarde. En definitiva, quien recibe la huella, recibe de este grupo de hermanos
todo lo mejor que podemos dar de nosotros mismos, recibe nuestro ser, recibe
nuestra admiración y recibe nuestro cariño.
¿Cómo no iba a tener una Huella Trinitaria el autor de la
letra que, como si del padre nuestro se tratara, conoce todo cofrade
trinitario? Era un debe muy grande el que arrastrábamos y ya ha sido subsanado.
Su gente siempre por delante y acertado o no siempre de cara. Una idea de
cambio, un plan para llevarlo a cabo y capacidad para aglutinar en torno a una
idea común a treinta y tantos tíos, cada uno de su padre y de su madre que se
dejan llevar por quien saben que va a estar al frente cuando vengan mal dadas.
Hombre de trono curtido en mil batallas y sincero capataz que entendió muy
pronto que la Mesa era su sitio, que allí era el sitio donde de verdad podía
ser él mismo, que necesitaba el contacto piel con piel y voz con voz de sus
hermanos de Mesa, de aquellos con los que se siente en la misma onda, con el
mismo objetivo, aunque para ello tuviera que renunciar a vele la cara mientras
que de tanto en tanto ayudaba a dibujar curvas de ensueño que nunca pudo
disfrutar. Fiel defensor del rock and roll por la Alameda y del Subterráneo por
Tejón y Rodríguez, capaz de darte la razón y quitártela en el mismo minuto,
capaz de hacerse respetar debajo de un trono incluso llevando mallas de
corredor y de poner firme a 40 cotorras para escuchar la música “¡Señores, nos
callamos eh! Vamos a disfrutar…” ¿¡Cómo no iba a recibir nuestra Huella!? La
respuesta es muy sencilla, es complicado darle un reconocimiento a Víctor Carnero, pues es difícil que la
persona que propone a otras personas para recibir dicho galardón no se entere
de que es él el premiado, y es por eso que de forma excepcional este año
decidimos darle la huella a otro hermano de Mesa a la vez y así engañarlos a
los dos haciéndoles creer que era el otro el que recibía nuestra Huella. Ese
compañero es nuestro hermano Flores y cualquiera que haya hablado con él aunque
sea un minuto sabe que José Luis Flores
es el Alma de la Mesa. No era cofrade, llegó para grabar nuestro recorrido un
Lunes Santo y desde ese mismo momento decidió que ese era su sitio, que esa era
su gente. Pionero en contar lo incontable, capaz de hacer
un estudio acerca del trono con infinidad de datos de todo tipo y que
tristemente cayó en el cajón del Hermano Mayor de turno que no fue capaz de ni
siquiera echarle un vistazo. Alma madre de nuestro portal al mundo virtual,
nuestro blog, allí donde mucho antes de la existencia de WhatsApp nuestro grupo
de hermanos ya interactuaban entre sí en un modesto chat que había habilitado.
Creador de la que es probablemente la cuenta de twitter más longeva de la
hermandad, donde más de un Lunes Santo se retransmitió a golpe de tuit que
marcha iba a sonar, donde estábamos, que hacíamos, que pasaba…pero sobre todo
creador, creador de historias que nos hicieron volar, motivarnos y romper con
una tendencia negativa en cuanto a la marcha de trono en la calle, pese al
disgusto de alguno que no supo entender que la banda sonora del Último Mohicano
casaba de forma perfecta no solo con la cara de nuestra Trinidad, sino con los
corazones de unos hombres de trono que una vez proyectado el vídeo en la pared
del salón de tronos de nuestra hermandad salieron a comerse Málaga entera al
compás del paso trinitario que tanto nos gusta y nos identifica.
Dos amigos, dos compadres, dos hermanos que son huella,
que dejan huella. Vuestra Mesa os quiere. Enhorabuena a ambos.
Javi Díaz.
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