Nuestro
santuario comienza a tomar forma. Desde que el trono llegara de los talleres de
Orfebrería de Agustín Marto, ese lugar que veneramos e idolatramos, estaba
falto de esencia. Pero un grupo de hermanos decidieron que ya era hora que la
fuera tomando. Ese era el momento justo, ni antes ni después sino ese. Como cuando
un almonteño salta la reja, ni un minuto antes ni un minuto después, ni cuando
dan las en punto, ni las y cinco sino ese, eso es lo que hace especial a este
grupo, esos momentos.
Gracias
hermanos por devolverle a ese lugar la denominación que se merece. El lugar de
un hombre de trono que lo da todo por este grupo, los chistes y risas de ese
que se fue pero que vuelve todos los lunes santo a meter un tirón con nosotros,
el reconocimiento de ese grupo de artistas que con sus melodías ponen derechos
nuestros cuerpos y amansan nuestros miedos, la mirada que lo dice todo y la obra
maestra, la joya de la corona, la obra entre las obras, la sencillez y la
dulzura, lo más grande y sus pies, gracias Pepe por ese gran tesoro.
Hermanos ya queda menos...
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